Puede que alguien que deba describir cómo es
el venezolano se analice a sí mismo o a sus amigos y termine soltando una frase
como esta: “Bueno, somos muy chalequeadores. J…… por todo, incluso con las cosas serias”. Y es
verdad. Y no en todos los casos es una característica buena a destacar.
El “chalequeo” en Venezuela se ha
extralimitado. A mi parecer, al menos. Pasamos de la “vaciladera”, a la
“mamadera de gallo”, llegamos al acoso y terminamos en donde estamos ahora, en
el bullying digital.
Sí, Internet es nuestro gran salón de clases en el que destruimos al primero
que consideramos impopular, inferior o escaso de intelectualidad. Comenzamos
por hacer una broma sobre su existencia, lo exponemos públicamente para que
otros puedan destruirlo con el mismo fervor que nosotros y no le dejamos ir
hasta que el desdichado personaje está de rodillas pidiendo clemencia por haber
cometido un error que a nuestro juicio es imperdonable. Pasa en la vida real,
pasa en las escuelas, pasa en las redes sociales.
Basta con hacer click en el
hashtag #QQSM y darnos cuenta de los cientos de comentarios “graciosos” que
hacen los televidentes del programa Quién Quiere Ser Millonario que transmite
Televen todos los domingos. Hace poco una amiga, increíblemente capaz, me dijo
“Yo en esta época de Twitter no iría a QQSM porque lo primero que haría la
gente es destruirme”. Miedo. ¿Acaso no es ese un indicador de la existencia del bullying?
Pero la cosa no queda allí. Ubican
el nombre del concursante, lo googlean, encuentran sus perfiles web y los
comparten para comenzar una “cayapa” colectiva. La cuestión pasa de criticar la
apariencia física hasta dudar (casi siempre) de su orientación sexual.
“Ay, pero si es sólo joda”, dirán
algunos. Pero no, no es sólo eso. Así como no ha sido un chiste para todos los
niños gays que se han suicidado en Estados Unidos por acoso escolar. Espero, de
verdad, que en el país jamás tengamos que leer un titular que contenga las
palabras “suicidio” y “Twitter” al mismo tiempo.
Otro ejemplo: cuando una
celebridad comete un error ortográfico o semántico en su cuenta de Twitter. Ya
Alicia Machado le quitó el trabajo a Jaimito, y sus “dos chinas” la obligaron a
cerrar su perfil en dos oportunidades por la agresividad con que la gente le
escribía. El público se toma todo demasiado personal, para bien o para mal.
Después de presionar “send” debes estar preparado para que enciendan las
antorchas o te aplaudan de pie. Nunca se sabe. Es una ruleta rusa de 140
caracteres.
Malta Regional lanzó una campaña publicitaria
que tituló “Clásicos del chalequeo” que inmediatamente sacó a la palestra
pública el efecto del “chalequeo” en los colegios. A diferencia de EEUU, aquí
quizás sean menos los niños que se suicidan a los que reciben un tiro en la cabeza
por otro de su edad (lo presencié en mi liceo, que era más un retén para
menores). Los medios se avocaron al tema entonces y la marca desistió de
mantener los comerciales al aire.
El bullying no puede tomarse a la ligera como se
toma en Venezuela. Para muchos resulta insignificante gritar “ayyyy” cuando un
hombre hace un comentario que no es considerado “machísticamente” correcto,
pero para el homosexual de clóset es otro indicio de que debe vivir una doble
vida porque la sociedad nunca lo aceptará. No es una “bobería” cuando se usan
adjetivos calificativos para dirigirse al otro: “Tenías que ser negro”; “Qué
blanco estás, la playa es gratis”; “Ve a ver si rebajas que tienes panza”;
“Pareces una vara de puyar locos”; “Escuálido, majunche”; “Chavista, marginal”.
Ah, sí, porque para mí toda esta
destrucción mutua entre venezolanos tiene un gran responsable: el Gobierno, la
politiquería, el personalismo. Desde que tengo uso de razón sólo he escuchado
insultos hacia el otro en las alocuciones presidenciales. Más recientemente al
candidato opositor lo tildan de “Sifrinito y mariconsón”, y lo repiten una y
otra vez en los medios del Estado (que son muchísimos y llegan a mucha
gente). También, desde que tengo uso de razón, me dicen que debo odiar a
EEUU, aunque cada vez nos parecemos más a esa nación.
¿Por qué de este “jarabe de
lengua”? Obviamente, por el corto “Caracas, ciudad de despedidas”. Antes de ver
el video ya había escuchado los comentarios de mis amigos y he leído
nosécuántos análisis y artículos de opinión. No justifico que los chamos del
video tengan ideas tan vacías a su edad, que es la misma que la mía, pero no
apruebo la cacería de brujas que le montaron. Hasta la cédula de identidad de
uno de ellos acabo de ver en mi timeline de Facebok (y es por eso que decidí
escribir esto).
El éxodo de jóvenes venezolanos no
es un secreto. Yo mismo espero irme apenas pueda (y sigo amando a mi país, a mi
ciudad, lo disfruto al máximo y trabajaré por el siempre). Y no vengan con
retórica, por favor. Acá me matan mañana o la semana que viene y la retórica no
funcionará de escudo ante las balas. Ni me alimentará cuando no consiga trabajo
ni me dará libertad cuando progresivamente perdamos todas las garantías como
ciudadanos. Exagerado, para algunos, pero las realidades de cada quien son
completamente distintas.
Así como son distintas las
realidades de los chamos del video, que gracias al acoso, al bullying digital
que le tienen montado, sé en dónde viven, en dónde estudian, quiénes son sus
padres y a cuál correo puedo enviarle insultos que no merecen. No, no los
merecen. Ellos, de clase media alta, han padecido esta ciudad como todos
nosotros, pero no se tomaron en serio un tema tan delicado como la huida de los
jóvenes del país. Lección aprendida, ya, déjenlos vivir.
Es cool ser hater y ellos son
nuestros y nuestras Rebecca Black.
Ahora son el meme del momento. Y
eso da risa. Y será gracioso hasta que venga un malandro y les pegue un tiro
por “sifrinos” y por querer “irse demasiado”, porque los odiamos sin conocerlos
y necesitamos drama porque el Presidente no se termina de morir. Así estamos.
Un aporte más: http://conformacioneducativasocial.blogspot.com/
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