Nadie puede reemplazar el afecto, la calidez y el respeto con que los padres podemos hablar con nuestros hijos, pero otras fuentes como la escuela, un libro o un profesional especializado puede brindarle información más organizada y precisa. Los valores éticos y religiosos de la familia son la mayor influencia sexual de los chicos y la ignorancia no protege al adolescentes ni lo ayuda a responsabilizarse por su vida sexual.
Tampoco es aconsejable entrar con ellos al consultorio. No son bebés. Respetemos su privacidad. No sólo las muchachas deben concurrir a un profesional en sexualidad, los varones también necesitan hacerlo. La fantasía popular es que como no son ellos los que quedan embarazados, no hace falta la consulta. Sin embargo, en la concepción hombre y mujer son responsables.
La sexualidad debe ser ejercida con madurez, no sólo por la enorme responsabilidad que implica traer un hijo al mundo sino porque el fantasma del Sida y de muchas otras enfermedades no mortales pero molestas están presentes.
El diálogo es vital para que una relación sea sana, pero la buena comunicación no debe confundirse con libertad total. Los buenos padres son aquellos que logran establecer un equilibrio entre la libertad y los límites. El autoritarismo, en cambio los impulsa al riesgo sólo por llevar la contra y desafiamos.
El momento de ejercer la sexualidad es una opción personal. Hay que apoyarlos para que sepan tomar decisiones propias y darles la posibilidad de mirar su realidad con distintos lentes
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